La mayoría de las personas cuando empiezan a ahorrar se plantean dónde poder invertir sus ahorros para obtener la máxima rentabilidad por su dinero.
Todos queremos tener la mayor
rentabilidad posible, pero sin asumir ningún riesgo.
El problema es que no existen
productos de inversión sin riesgo que ofrezcan una rentabilidad suficiente como
para poder cubrir la pérdida de poder adquisitivo causada por el efecto de la
inflación.
Tener el dinero en casa, en una cuenta
sin intereses o en un plazo fijo con un tipo de interés bajo, va a provocar una
merma en nuestros ahorros año tras año. Pero en cambio, se gana en
tranquilidad, al ver que tenemos nuestro capital asegurado libre de
incertidumbres.
Aunque invirtamos nuestro capital en
un producto de renta fija, no vamos a resolver el problema, ya que los
intereses que podamos obtener son insuficientes. Por ejemplo, si la inflación
es de un 2% y nos pagan un 0,5 % de intereses, en realidad estamos perdiendo un
1,5% de poder adquisitivo cada año.
Este libro está destinado a aquellos
que no se conforman con tener su capital asegurado, sino que buscan protegerse
contra la erosión que la inflación provoca en sus ahorros, y no les importa
asumir un cierto nivel de riesgo para poder combatir este problema.
Para poder vencer esta pérdida de
poder adquisitivo, tenemos que acudir a productos financieros que nos ofrezcan
una mayor rentabilidad, la cual solo va a ser posible si renunciamos a la
condición de no asumir ningún riesgo.
No todos los productos financieros en
los que podemos invertir para combatir la inflación tienen el mismo nivel de
riesgo.
En este libro, vamos a buscar la forma
de invertir en un producto financiero que nos dé la máxima rentabilidad con el
mínimo riesgo posible.
Tradicionalmente existen dos
tipos de inversores, los más conservadores que solo utilizan productos de plazo
fijo o renta fija y otros con menos aversión al riesgo que realizan alguna
inversión en bonos, obligaciones o renta variable buscando una mayor rentabilidad.
Hay algunos productos financieros que
históricamente nos han ofrecido una rentabilidad por encima de la inflación,
como algunos años la deuda pública y ciertas clases de bonos corporativos o de renta
fija, pero el activo que con mayor regularidad nos ofrece una rentabilidad más
elevada son las acciones.
En su libro “Acciones para el
Largo Plazo”, Jeremy Siegel realiza un estudio que comprende desde el año 1802
a 2002 y concluye que la tasa media del rendimiento anual de las acciones fue
del 6,6% frente al 3,6% de los bonos, o el 2,7% de las letras del tesoro. Esto
es debido a que la rentabilidad de la renta fija va muy ligada a la evolución
de los precios, mientras que la rentabilidad de las acciones va unida al
progreso, al crecimiento económico y a la productividad.
Otros estudios más recientes realizados sobre
índices como el S&P 500, nos dan medias de rentabilidad que oscilan alrededor
del 9% anual.
Esta mayor rentabilidad histórica
nos hace decantarnos por buscar productos financieros que inviertan en renta
variable, pero buscando el máximo control del riesgo.
Las inversiones que realicemos no
solo se deben basar en la rentabilidad esperada sino también en el riesgo
asumido. No solo tiene riesgo la renta variable, la renta fija tiene
oscilaciones de precios antes de su vencimiento en función de la evolución de
los tipos de interés y por tanto también debe de ser analizada desde un punto
de vista del riesgo.
Todos conocemos a alguien que se ha
animado a hacer estas inversiones y que ha salido escarmentado, por haberlas
hecho sin los suficientes conocimientos, no haber aplicado ningún sistema de
inversión ni de control del riesgo o sencillamente haberse dejado llevar por
las emociones y comprado o vendido en el peor momento.
Por ello vamos a tratar de minimizar
el riesgo, valiéndonos de herramientas que tenemos a nuestro alcance como son
la estadística, la probabilidad, las matemáticas financieras y, sobre todo el
seguir una estrategia de inversión y no basarnos en intuiciones ni emociones.
Una inversión que tenga muy buena
rentabilidad esperada pero que tenga, aunque sea solo un 1% de riesgo de ruina
o quiebra económica, no debería tenerse en cuenta. Siempre puede existir la
posibilidad de que surja un Cisne Negro
(suceso raro, improbable e inesperado) que dé al traste con nuestra inversión y
con nuestros ahorros.
Todos hemos visto la crisis
bursátil causada por el coronavirus Covid-19,
pero los que hubieran tenido un sistema o estrategia de inversión, como la que
vamos a describir en los próximos capítulos, habrían sufrido en mucha menor
medida el efecto económico de esta crisis. Aplicar una estrategia de inversión
habría supuesto también tener pérdidas, pero se habrían cortado en los primeros
días, con una pérdida o reducción de beneficios de entre un 3% y un 5%, pero el que no haya aplicado ningún
sistema puede haber llegado a ver pérdidas reales o potenciales de hasta un 40%
en sus inversiones.
Por tanto, no vamos a hacer
inversiones a largo plazo inamovibles, ni tampoco trading diario, debemos construir
un sistema de inversión que nos diga, no solo dónde tenemos que invertir, sino
cuándo debemos hacerlo y cuándo tenemos que estar totalmente en liquidez. Y si
es posible, hacerlo por nosotros mismos, ya que, si delegamos esta labor en una
institución financiera, bróker o gestor de carteras, no siempre van a
ofrecernos el producto más adecuado para nuestro perfil, dirigiéndonos hacia
productos con mayores comisiones o aconsejándonos invertir cuando realmente lo
que toca es estar fuera del mercado.
Además a diferencia de los
inversores institucionales que manejan miles de millones en inversiones, un
inversor particular cuenta con la gran ventaja, de que él si puede deshacer sus
inversiones en un día con un sola orden y situarse en liquidez de forma
inmediata. Un inversor institucional no puede salir del mercado tan fácilmente,
tiene que ir reduciendo posiciones poco a poco, porque el mercado no puede
absorber ventas masivas por falta de volumen de contrapartida. Tampoco nos van
a aconsejar que vendamos, porque dejarían de cobrar comisiones, aconsejando en
la mayoría de las ocasiones mantener posiciones hasta que el mercado se
recupere.
Como ya veremos más adelante, a
la hora de construir un sistema de inversión, una forma de reducir el riesgo es
tener cortafuegos en forma de stop-loss o mediante sistemas automáticos que
detecten cambios de tendencia y nos obliguen a cerrar las posiciones abiertas.
También podemos reducir el riesgo
mediante la diversificación. Un Cisne Negro puede afectar a toda la economía
global, como ha sido el caso del coronavirus, pero también puede que surja en un sector,
país o en un valor determinado por muy buenos fundamentales que tengan, más que
en una cartera bien diversificada en la que el riesgo se diluye entre todos los
valores que la componen, la diversificación es uno de los pilares fundamentales en el que
se basan las teorías económicas actuales de reducción del riesgo.
Por tanto, ya tenemos que, por
ahora debemos invertir en un producto con una rentabilidad esperada superior a
la inflación, que sea líquida, que podamos incorporar sistemas automáticos de
control del riesgo y que debemos tener una cartera bien diversificada para
reducir el riesgo.
Para diversificar deberíamos construir
una cartera con los mejores valores, pero dado que analizar los valores de
renta variable que cotizan actualmente en todos los mercados del mundo, es una
tarea ardua y pesada, vamos a realizar este análisis utilizando los principales
índices bursátiles, como son el S&P 500, el Eurostoxx y el MSCI Global.
Los índices no son más que la suma de
la cotización de los valores que los componen, ponderados según su
capitalización.
Los índices son menos manipulables y
volátiles que los valores concretos ya que su evolución va muy ligada a las perspectivas
macroeconómicas a largo plazo de los países o sectores, más que a la casuística
a corto plazo de cada valor en concreto.
Además, al invertir en un índice,
logramos con una sola operación invertir en todos los valores que configuran
dicho índice, reduciendo costes de transacción, tiempo de análisis y
seguimiento, además de diversificar ampliamente nuestra cartera.
Para poder prever cómo se van a
comportar los índices en el futuro, además de realizar un análisis fundamental
de las perspectivas de la economía, tenemos que analizar cómo han evolucionado
las cotizaciones en el pasado, que rentabilidades históricas han
obtenido y como ha sido la tendencia en esa evolución, aunque hayan tenido la
misma rentabilidad no es lo mismo una tendencia estable a lo largo del tiempo
que otra con fuertes subidas y bajadas.
Para analizar que ha pasado
históricamente vamos a basarnos en la estadística, utilizando la media y la
desviación típica como elementos básicos de análisis, elementos con los que
vamos a calcular su rentabilidad media y su riesgo.
Una vez realizado este análisis histórico,
debemos tratar de prever como van a evolucionar los índices en el futuro, para
lo cual nos tenemos que basar, ya no en datos históricos, sino en
probabilidades. Utilizaremos para calcular la rentabilidad esperada la
esperanza matemática en lugar de la media, y para calcular el riesgo la
volatilidad en lugar de la desviación típica.
Aunque rentabilidades pasadas no
impliquen rentabilidades futuras, la evolución histórica de las cotizaciones si
nos pueden servir como punto de partida para ver si estamos ante una tendencia
alcista o bajista, y ver si estamos ante un mercado más o menos estable o
volátil. En un mercado eficiente las cotizaciones oscilan de forma totalmente
aleatoria. Toda la información pasada, actual y prevista ya se ha visto reflejada
en los precios. El mercado responde
inmediatamente a la nueva información y se mueve ajustando los precios. La
información no prevista o futura es por definición imposible de conocer de
antemano y será la que realmente mueva el mercado.
Una vez efectuado este análisis
fundamental, tenemos que elegir el mejor momento para iniciar la inversión y
también para terminarla. Para ello tenemos que generar una estrategia de inversión
que nos ayude en esta toma de decisiones
utilizando análisis técnico y algoritmos matemáticos que nos indiquen cuándo
operar y cuándo estar fuera del mercado.
Pero ¿cómo podemos invertir en
índices?
Utilizando fondos de inversión.
Un fondo de inversión es una
institución de inversión colectiva, constituida y administrada por una entidad
gestora, la cual se va a encargar de definir en qué tipo de activos, en qué
áreas geográficas, en que sectores y en que porcentajes van a realizar las
inversiones según lo especificado en su reglamento interno.
Cualquier inversor puede adquirir
participaciones de estos fondos según la cifra de capital que quiera invertir y
venderla cuando desee, ya que cuentan con liquidez diaria.
Además de poder invertir en índices,
los fondos de inversión tienen las siguientes ventajas:
-
Cumplen la regla de la diversificación al invertir en un grupo muy numeroso de activos,
reduciendo por tanto el riesgo.
-
Tienen buena liquidez, en la mayoría de ellos podemos recuperar la inversión de
un día para otro.
- Se benefician de la capitalización compuesta, que como ya veremos, incrementa nuestro
capital a largo plazo.
- Tienen una fiscalidad favorable, al no soportar retenciones fiscales cuando se
realizan traspasos entre fondos,
-
Tienen unas comisiones de gestión que, en el caso de los fondos indexados, son
muy reducidas.
-
Amplia
oferta ya que existen miles de fondos de diferentes gestoras entre los
que poder elegir.
- Disponemos de una herramienta para realizar la
búsqueda y comparación de los mejores fondos de inversión mundiales
proporcionada por la empresa
Morningstar.
Los fondos de inversión se dividen en
dos categorías: de gestión activa y de gestión pasiva o indexados. La
diferencia fundamental entre ambos es que los fondos de inversión activos
eligen los valores en los que van a invertir, y los pasivos tienen que invertir
siguiendo la composición de un índice de referencia.
Para invertir vamos a utilizar los
llamados fondos pasivos o indexados.
¿Por qué en éstos y no en fondos
activos?
Por tres razones fundamentales:
-
La primera es que, para poder analizar el comportamiento histórico del activo en
el que vamos a invertir, necesitamos series estadísticas amplias y homogéneas.
Como los
fondos indexados invierten en índices, podemos saber exactamente en qué
invierten y en qué proporción, por lo que para hacer un análisis podemos usar
la numerosa información sobre cotizaciones históricas de los índices bursátiles
que existe, pudiendo utilizar una herramienta como es Metatrader para analizar su evolución histórica y aplicar sistemas
y estrategias de inversión.
En cambio,
con otro tipo de fondos como los activos, no tenemos tanta información
histórica como para poder analizar con la misma profundidad, ya que la composición
y porcentaje de valores que componen los fondos van cambiando a lo largo del
tiempo, no siendo comparables los datos de un ejercicio con los del siguiente.
Además, hay muchos fondos activos cuya vida es corta o se fusionan con otros
fondos o simplemente desaparecen y no podemos hacerles un seguimiento a largo
plazo.
- La segunda es por una cuestión de costes, los fondos indexados tienen una
comisión media de un 0,4% frente al 1,50 % de los fondos activos de renta
variable. Estas menores comisiones, van a influir notablemente a largo plazo en
la rentabilidad final obtenida, como ya veremos en el capítulo dedicado a la
capitalización compuesta.
-
Y la tercera, es por una cuestión de probabilidad. Acertar con el mejor
fondo activo no es nada fácil. Siempre habrá fondos activos que superen la
rentabilidad del índice, pero no siempre van a ser los mismos año tras año. Un
fondo que este año haya tenido una buena rentabilidad no implica que la vaya a
tener también en el próximo año. Es muy difícil acertar todos los años con inversiones
en fondos activos que vayan a estar por encima del índice. Si queremos reducir
incertidumbres y saber que nuestra rentabilidad va a ser muy similar a la del
índice de referencia, debemos invertir en fondos indexados, con lo que vamos a
ganar en tranquilidad al reducir la volatilidad de nuestra inversión respecto a
la del índice.
Pero además de saber con qué
instrumento vamos a realizar nuestras inversiones, es muy importante entrar en
el momento adecuado, tratar de evitar comprar en el fin de una tendencia
alcista o en el inicio de una tendencia bajista, por lo que tenemos que elegir bien
cuál es el mejor momento para realizarlas y por cuanto tiempo tenerlas
abiertas.
Por ello debemos de crearnos un sistema de inversión que nos ayude en
la toma de decisiones, de forma que podamos operar de un modo casi automático y
no por impulsos.
El proceso que vamos a seguir en este libro para desarrollar un
método factible de inversión va a tener en cuenta lo siguiente:
- Vamos a utilizar estadística, probabilidad y matemáticas financieras para
desarrollarlo. No invertimos por rumores, corazonadas, intuiciones o como en
los juegos de azar fiándolo todo a la suerte, sino que nos vamos a basar en la esperanza matemática y en el control del riesgo.
-
Para ahorrar a largo plazo, mejor la renta variable que la renta fija para
no perder poder adquisitivo.
-
Hay que diversificar
para el reducir el riesgo.
- Hay que invertir en productos de los que
tengamos datos históricos de
comportamiento, que sean fácilmente controlable y que podamos realizarles un
seguimiento.
-
Tenemos que utilizar productos que tengan amplia
liquidez.
-
Productos que reduzcan las comisiones al mínimo.
-
Tienen que aplicar la capitalización compuesta.
-
Debe existir una oferta amplia para poder elegir los mejores y tener una herramienta
para hacer esta búsqueda.
- Tenemos que tratar de diferir el pago de impuestos lo más posible, para poder
capitalizar estos impuestos a nuestro favor.
- El producto que mejor cumple todos estos
requisitos es la inversión a través de fondos
de inversión indexados.
-
Antes de comenzar la inversión, debemos hacer
un análisis fundamental
macroeconómico del momento en el que se encuentra la economía y ver si es
momento para invertir en una determinada zona geográfica (Europa, USA,
Emergentes, asiáticos, etc.) o país, en función de sus previsiones de PIB,
inflación, paro, déficit, etc.
-
Una vez elegido el país o zona geográfica, tenemos
que hacer un estudio de la evolución histórica del índice subyacente que vamos
a utilizar, utilizando una herramienta informática como es MetaTrader. Este programa nos va a ayudar a tratar de averiguar cuál
es su tendencia, que rentabilidades medias y que riesgo ha tenido en el pasado
y que medias móviles se ajustan mejor a su evolución.
-
Dentro de todos los fondos existentes en el
mercado, hay que elegir el que mejor comportamiento haya tenido en los últimos
años, no solo por rentabilidad, sino por riesgo. Para ello utilizaremos el
comparador de fondos facilitado por la empresa Morningstar, que nos ayudara a elegir entre todos los fondos
indexados que cumplan nuestras condiciones, cuál de ellos se ha comportado
mejor en los últimos años, además de tener un reducido ratio de comisiones.
-
Aunque vayamos a utilizar fondos de gestión
pasiva, esto no significa que tengamos que hacer las inversiones en cualquier
momento y mantenerlas indefinidamente. Tampoco vamos a estar haciendo trading y
recomponiendo la cartera a diario, pero si, debemos elegir el mejor momento
para entrar/salir del mercado utilizando una herramienta como puede ser el análisis técnico. Esta gestión semiactiva
de nuestras inversiones va a tratar de que estemos dentro del mercado el máximo
tiempo posible en tendencias alcistas y fuera del mismo en tendencias bajistas
o laterales o cuando decidamos reducir el riesgo de nuestras inversiones.
-
No tenemos que realizar reembolsos de los
fondos, sino que debemos hacer traspasos desde los fondos indexados de renta
variable con riesgo a fondos monetarios sin riesgo, para evitar costes o retenciones fiscales que
reduzcan nuestra rentabilidad.
-
El control
psicológico de las emociones es fundamental, no hay que invertir por
corazonadas o rumores, sino seguir un método estricto y, mejor si utilizamos algoritmos
matemáticos y sistemas automáticos o robo advisors.
- Tenemos que gestionar proactivamente el riesgo de la cartera, con indicadores
estadísticos, analizando la volatilidad y actuando según nuestra aversión al
riesgo.
- Hay que practicar una gestión monetaria activa, con programas matemáticos que calculen el
volumen de inversión que tenemos que mantener en cada momento, en función del
patrimonio que queramos dedicar a la inversión, dejando fuera de riesgo una
parte según nuestra aversión al riesgo. También según vayamos obteniendo
ganancias patrimoniales debemos ir consolidándolas y según vaya cambiando
nuestra situación económico-patrimonial a lo largo del tiempo, ir reduciendo el
porcentaje del patrimonio expuesto al riesgo.
Todos estos temas se van a ir desgranando
en las próximas páginas más detenidamente, para lo cual vamos a dedicar un capítulo
del libro a cada uno de ellos.